Historia cuidador quemado

¡Hola!, mi nombre es Mónica María Castaño R., Psicóloga egresada de la Universidad Javeriana de Bogotá, especializada en Gerencia de Recursos Humanos de la Universidad Externado de Colombia y Coach Organizacional y Personal, de la Escuela Ser Coach.

También soy cuidadora amorosa de mi madre, esposa, hermana y un ser humano, cada vez más conectado con mi propósito de acompañar a otros.

¿Cómo surgió Te Apoyo Cuidador?

En el mes de Diciembre de 2010, mi mamá contaba con un buen estado de salud y repentinamente sufrió un Accidente Cerebrovascular (ACV), que la dejó en coma por 10 días y una estancia en la clínica por 2 meses. De ahí en adelante, mi vida personal, familiar y laboral, cambió completamente.

En el momento del evento crítico sentí angustia e impotencia, los médicos no se aventuraban a decir con certeza si ella podría recuperarse y/o superar esta dura prueba de salud. Ese fue mi primer aprendizaje: Aferrarme a vivir el día a día, ésta era realmente la única certeza que tenía.

Apoyo a cuidadores
Cuidador de cuidadores

Vivir el día a día, me hizo sentir que podía manejar mejor las situaciones una a la vez. Dejé de sentir que era parte del torbellino de cosas que me sucedían. Eso me dio tranquilidad.

Mi rutina transcurría entre la clínica y mi trabajo, cada vez sentía con más fuerza la motivación de cuidarla, ayudarla y comprometerme de cuerpo y alma, con su proceso de rehabilitación mientras recuperaba su estado “normal”. Estaba dispuesta a dar todo lo que estaba a mi alcance por su recuperación; en ese momento no dimensioné el significado de esa promesa, sólo pensaba que el amor y la decisión de hacerlo era suficiente; estaba lista para acompañarla y cuidarla en este revés de salud que le presentaba la vida.

Por varios meses, mi vida parecía una montaña rusa, todo era nuevo para mí, sentía que no tenía certeza de nada y los días estaban llenos de incertidumbres: la evolución de su estado de salud, los conceptos médicos tan vagos, la poca información que tenía del futuro inmediato, los requerimientos de los diferentes terapeutas a cerca de los insumos o recursos para llevar a cabo las terapias. A lo largo del día sentía que corría sin orden, ni planeación ….en una constante actitud reactiva. Este es mi segundo aprendizaje: era posible organizar y planear el cuidado.

Sumado a lo anterior, otro tema que me preocupaba era quien de mi red de apoyo de amigos y familiares podía acompañar a mi mama en la clínica, mientras yo iba a trabajar. Me puse en contactos con ellos y les solicité con claridad lo que necesitaba; todos colaboraron y los días se tornaron más llevaderos. El trabajo, también me ayudaba a pensar en otros temas diferentes, al estado crítico de salud de mi madre; era una forma de cargar baterías para seguir adelante. No podía claudicar. Otro gran aprendizaje: debes propiciar espacios propios que te recarguen.

Después de 2 meses en la clínica, el médico responsable del caso, le dio finalmente la salida de la clínica. Tuve sentimientos encontrados, estaba feliz porque este hecho indicaba que estaba fuera de peligro y que regresaba a casa; por el otro, una gran inseguridad de no tener todo el soporte de la clínica. Me sentí abandonada con esa decisión pero era necesario afrontarla.

Ya en casa, toda la rutina debía funcionar como un reloj suizo; el día que algo se salía de lo usual, sucedía con alguna frecuencia, era necesario hacer los ajustes: por eso me di en la tarea de aprender las tareas propias de las auxiliares de enfermería y las terapeutas, de manera que cuando ellas se ausentaban, yo asumía ese rol con solvencia. Es evidente que en ese tiempo trabajaba en una Empresa que me dio todo el apoyo necesario; lo cual facilitó mucho esta transición, porque de lo contrario hubiera tenido que renunciar por mis ausencias. Aprender las tareas de manejo de mi mamá, me hizo sentir más segura de cumplir las actividades correctamente de acuerdo a los protocolos y confiada de hacerlos bien.

Sin embargo, aprender a realizar las actividades relacionadas con su manejo no era el único reto que tenía como Cuidadora Principal.

También era un reto aprender a manejar las diferentes emociones del grupo familiar: mi mamá se mostraba impaciente e irritable; la inmensa tristeza de mi papá, al ver a mi mamá disminuida y dependiente; y las mías: me imponía altos estándares de exigencia “yo todo lo puedo” y control “nadie lo hace tan bien como yo” sobre todos los temas vinculados con la salud de mi mamá.

Apoyo a cuidadores de enfermos

Fue en ese momento cuando llegó a mí a través de una amiga, una información de un grupos de apoyo para familiares de pacientes crónicos; comencé a asistir y fue grato compartir mis experiencias y vivencias para entender que no estaba sola, que no era la única que vivía esa situación y en qué fase del proceso estaba. Es increíble, las ayudas siempre llegan, sólo debes estar abierto a ellas.

Viendo este proceso en perspectiva, puedo decirles con el corazón que hubo aspectos internos y externos que ayudaron en este proceso. Dentro de los internos, está definitivamente el amor profundo, el apoyo familiar, la flexibilidad y la aceptación del grupo familiar.

Los aspectos externos también fueron importantes: el cuerpo médico, la atención y observación en los detalles del cuidado como por ejemplo, los cambios comportamentales y actitudinales del familiar, que se expresan muchas veces verbalmente, pero en otras ocasiones se requiere aprender a conocer sus gestos que te dan información relevante.

También puedo decirles que las rutinas comienzan a definirse, tú ansiedad de cuidador comienza a disminuir y la aceptación te ayuda a visualizar la situación con realidad y sin dolor. Todo en adelante resulta más fácil y fluido.

Han pasado 10 años, parece increíble. Durante este camino tuve mis altos y bajos pero al final me siento orgullosa de haberlo recorrido con entereza y valentía; me llena de orgullo y felicidad verla, recuperada en varios aspectos y tener la certeza que mi decisión de hacerlo dio muchos frutos, para ella y para todos en casa.

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